Sergio Gutiérrez, trabajador de la base Godoy Cruz en la empresa Cliva, comparte con emoción sus más de tres décadas de experiencia en el barrido urbano. En una charla íntima, resalta el orgullo de pertenecer al gremio, la transformación del oficio y el profundo sentido de gratitud que siente hacia su trabajo, su familia y sus compañeros.
Cuando Sergio Gutiérrez recuerda sus primeros pasos como camionero en el año 1990, se le iluminan los ojos. Entró por la puerta del esfuerzo, como cargador al mediodía, y luego transitó por agencias hasta volver en el ’92 para quedarse definitivamente. Desde entonces, ha sido parte del servicio de barrido, ese que muchos ven de lejos pero pocos entienden en su verdadera dimensión.
Los años le enseñaron a valorar los cambios. “Hoy en día, por suerte, tenemos tres turnos, estamos más livianos en el trabajo… el cambio fue rotundo y fue bueno”, cuenta con alivio y orgullo. Atrás quedaron los tiempos de jornadas interminables sin pausas ni relevos. Hoy, gracias a la lucha sindical y la organización, el trabajo sigue siendo exigente, pero más justo.
Sergio no esconde las dificultades del oficio: el frío, el calor, la lluvia, la calle y todo lo que viene con ella. “Es un sacrificio, pero el sacrificio es honorable”, dice, dejando en claro que no se trata solo de limpiar veredas o levantar hojas: se trata de dignidad. Y agrega, con la convicción que solo da la experiencia: “Es un trabajo digno, a mí me gusta, amo lo que hago”.
En su relato se cruzan los desafíos con el agradecimiento. Para él, la presencia del sindicato es un pilar esencial: “El gremio y los delegados, sin palabras… vos acá venís a trabajar y trabajás tanto para el gremio, para los delegados y para la empresa”. Reconoce que el rol del sindicato no se limita a lo laboral, sino que abraza lo humano, lo familiar, lo colectivo.
Las movilizaciones, las marchas, los reclamos y las celebraciones son parte de una misma causa. Y Sergio lo dice claro: “Siempre estuvimos, vamos a estar siempre, porque nos debemos al sindicato”. La base Godoy Cruz, para él y sus compañeros, no es una simple cuadrilla: “Esto es una familia”.
Como todo trabajo en la calle, el suyo también enfrenta momentos difíciles, sobre todo en el contexto social actual. “La dignidad es lo primero que va”, advierte con preocupación, al tiempo que agradece tener lo que muchos hoy no tienen: estabilidad y sustento para su familia. “Yo tengo parientes, amigos, primos, que no tienen trabajo y uno lo ve como sufren. Nosotros tenemos que estar agradecidos por el trabajo que tenemos”.
Pero no todo es gratitud. Hay que tener cuero duro para lidiar con lo que la calle trae. Insultos, burlas, situaciones de riesgo. Sergio no dramatiza, pero tampoco las minimiza. “A veces vos estás barriendo y vienen los borrachos, los paqueros, te insultan… los ignorás y vos seguís haciendo tu trabajo”.
La rutina diaria está marcada por el compromiso. “Soy un tipo que viene a trabajar todos los días, no falta nunca, trabajo de lunes a lunes”, cuenta con naturalidad. No lo dice para lucirse, sino como quien entiende que su labor sostiene algo más grande que él mismo: su hogar, su historia, su orgullo.
En cada palabra, en cada pausa, se nota que Sergio no solo barre calles: construye futuro, defiende derechos y honra una tarea que, como él mismo dice, es hermosa. Porque para él, el trabajo no es una carga. Es vida.