lejos de ser un festejo patrio, se convirtió en un grito colectivo de dignidad y resistencia. “Hoy nos toca recordar más que festejar. Recordar las luchas, la historia, la soberanía… y defender a los trabajadores que están cada vez más golpeados por las políticas de este gobierno”, expresó con firmeza.
La escena era conmovedora: familias enteras, niños con frío, trabajadores desocupados en busca de un plato caliente. “Nos duele ver esta situación —dijo Jerónimo—. Es muy triste que en un país con tanta riqueza haya hambre. Pero es la realidad que nos toca enfrentar. Y como organización gremial que nunca se escondió, vamos a seguir poniéndole el cuerpo, como lo hicimos siempre”.
Con una mirada clara sobre el presente político y económico, Jerónimo no dudó en señalar el trasfondo de la crisis: “El gobierno habla de bajar la inflación, pero lo hace destruyendo el consumo popular, con una motosierra que está dejando a miles en la calle. Hasta Elon Musk lo dijo: la motosierra es cruel. Y lo es. Porque recorta a los jubilados, a los laburantes, a los más humildes”.
Como parte de la Juventud Sindical, también llamó a la militancia y la conciencia política: “Tenemos que abrazar a los compañeros y seguir organizados. Este es un año clave. Hay que explicar por qué llegamos a esta situación y por qué es importante estar unidos. Porque sin el apoyo de la gente no hay dirigente, y sin organización no hay lucha”.
En cada olla, en cada guiso, en cada abrazo compartido en Constitución, no solo hubo alimento: hubo historia, hubo compromiso y hubo esperanza. Como lo dijo Jerónimo: “Podemos tener mil dificultades, pero mientras haya un compañero con hambre, ahí vamos a estar. Porque eso es ser camionero. Porque eso es ser pueblo”.