«Mil ojos al volante, el corazón en el barrio»

Ignacio, chofer de la empresa Nítida, forma parte de un operativo clave para prevenir inundaciones en la ciudad. En medio del frío, el riesgo y la realidad social que se respira en las calles, cuenta con orgullo cómo el trabajo en equipo y el compromiso con los vecinos le dan sentido a su labor diaria.

Detrás del volante de un camión de gran porte, Ignacio no solo maneja una máquina: lleva sobre sus hombros la seguridad de su compañero, la tranquilidad de los vecinos y la prevención de desastres urbanos. Es chofer en la empresa Nítida y participa activamente en un operativo de limpieza destinado a destapar los humideros antes de que lleguen las lluvias fuertes.

El operativo se trata más que nada para que no estén tapados los humideros… para que no lleguen las futuras inundaciones y los días de lluvia no perjudiquen a las calles”, explica, con una claridad que nace de la experiencia directa y del compromiso real.

Sabe que su rol es fundamental. No solo porque conduce un camión de dimensiones importantes, sino porque lo hace en condiciones que exigen extrema atención y responsabilidad. “No es fácil, hay que tener mil ojos”, dice, mientras recuerda los peligros cotidianos del tránsito, las calles angostas y, sobre todo, la necesidad de cuidar al compañero que trabaja al lado del vehículo. “El más importante para mí es mi compañero, que no tome riesgo… y nada más que eso: ir despacio”.

El trabajo se hace visible para los vecinos, y eso tiene un valor especial para quienes lo realizan. “Los vecinos están contentos porque ven que estamos trabajando, que estamos cumpliendo, y eso para nosotros es una alegría”, cuenta Ignacio, con una sonrisa que se intuye, aunque no se vea. Porque el reconocimiento simple, sincero, directo, muchas veces es el motor más fuerte para seguir adelante.

Las jornadas arrancan temprano, en invierno incluso antes del amanecer. “Nuestro horario suele ser de 6 a 2 de la tarde, pero se va organizando”, explica. Pero más allá de lo técnico, lo que no puede pasarse por alto es el contexto en el que se realiza este trabajo: las calles, además de hojas y desechos, muestran cada vez más una realidad cruda y dolorosa.

Cada vez hay más gente en situación de calle, más gente revolviendo los contenedores para poder comer”, cuenta con tristeza. No lo dice desde el juicio, sino desde la empatía. Ha presenciado operativos de limpieza en zonas donde vive gente en la calle, y eso deja una marca. Lejos de acostumbrarse, esas imágenes reafirman su compromiso: estar en la calle trabajando también es estar en contacto con una parte del país que duele.

Ignacio es parte de esa red silenciosa que sostiene lo cotidiano. Con su oficio, su compañerismo y su entrega, se convierte en una pieza esencial de la ciudad. No busca reconocimiento, pero entiende lo valioso de su rol. Conduce con mil ojos, sí, pero también con un corazón atento al que tiene al lado, al vecino que saluda, al país que resiste.

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