Octavio Arguello Cosecretario de la CGT vuelve a poner el cuerpo en la calle y la palabra en alto. En medio de una nueva jornada de protesta, su voz resuena con fuerza: unidad, dignidad y lucha como única forma de enfrentar un modelo que —según denuncia— margina, aprieta y quiere silenciar a los trabajadores.
El rostro de Octavio Arguello refleja la experiencia de una vida en la lucha, pero también el cansancio de un pueblo que no encuentra respiro. Sin embargo, lo que más brilla en su mirada es la convicción: esa que no se negocia. En medio de la movilización, su voz se impone entre el ruido de bombos, banderas y bronca colectiva. “Sí, claramente, estamos marchando por acá, sumando toda la fuerza de los trabajadores en la calle”, dice, como quien sabe que cada paso es un acto de resistencia.
Arguello no duda ni titubea. Sabe que esta pelea no se gana desde el silencio ni desde la comodidad. “Hay que dar la pelea en todos los ámbitos. Y también en la calle. No hay que abandonar la lucha como nunca se tiene que abandonar para poder sacar adelante todo esto”. Porque cuando el ajuste aprieta y el gobierno impone, la única respuesta digna es el cuerpo presente. En la calle. En unidad.
Y ahí está la clave: la unidad. “Hablamos de un frente sindical amplio, todos unidos marchando en la calle, también defendiendo la salud y la educación pública”, afirma, convencido de que los derechos se defienden de forma colectiva o se pierden de a uno. En su voz no hay nostalgia de otros tiempos mejores; hay decisión de no permitir que los tiempos peores se impongan sin dar pelea.
“Estoy convencido que la única manera de poder enfrentar estos modelos es así, con la unidad general de todos los trabajadores”, asegura. Lo que se está enfrentando no es solo un ajuste económico, sino un modelo de país que busca desarmar el tejido solidario del pueblo trabajador. “Para hacer entender al gobierno que no vamos a aceptar bajo ningún medio que nos quiera dominar y menos ordenar para que nosotros no defendamos los derechos de los trabajadores”.
En cada frase, Arguello desenmascara el doble discurso de una gestión que se autoproclama libertaria pero impone límites sólo a los de abajo. “Hablan mucho de la libertad, pero ponen un techo paritario del 1%. ¿Cómo es eso?”, se pregunta, con una mezcla de ironía y rabia. Porque si la libertad es solo para los mercados, ¿qué queda para los que viven del salario?
Y va más allá: “Claramente, el gobierno plantea toda esta situación. Hay libertad para todos menos para la discusión y la reivindicación de los derechos de los trabajadores”. La trampa está tendida: mientras se levantan discursos grandilocuentes sobre libertades abstractas, en la práctica se encierra, se ajusta y se calla al que reclama.
Pero Arguello no acepta ni el silencio ni la resignación. En su palabra hay una invitación a no bajar los brazos, a entender que la historia se escribe con unidad y coraje. Porque cuando todo parece perdido, la calle sigue siendo el lugar donde el pueblo se encuentra y resiste. Y él lo sabe: la lucha no se abandona nunca.