En el corazón de Campana, donde las lluvias dejaron un manto de angustia y pérdidas, el calor no vino del sol, sino de las enormes ollas que, como un símbolo de lucha y amor, entregaron más de 4.800 platos de comida caliente a quienes lo perdieron todo. Allí estuvo Oscar Borda, secretario de la rama Logística del sindicato de Camioneros, abrazando con palabras, con presencia, y con el trabajo silencioso pero constante de una organización que hace del compromiso una forma de vida.
“No es solo por los nuestros, es por todos”, dijo Borda, con la voz quebrada por el cansancio y la emoción. Porque cuando una catástrofe golpea, como lo hizo en Campana y Zárate, no pregunta afiliación ni bandera. “La olla más grande se queda acá, y la otra va para Zárate con bolsitas de comida para la gente. Lo más importante es ser solidarios, eso nos lo enseñaron nuestros conductores, el compañero Hugo Moyano y el compañero Pablo Moyano”.
Las imágenes hablan por sí solas: diez bolsas de cebolla, diez de papa, 25 cajones de pollo. La noche anterior, desde las cinco de la tarde, trabajadores comenzaron la ardua tarea de pelar, cortar, cocinar. Nada fue improvisado, nada fue poco. “No es un caldo. Es comida real, la que comemos nosotros, la que merecen todos. Porque la dignidad también se sirve en un plato caliente”, explicó Borda con orgullo.
Pero detrás del esfuerzo logístico y del enorme operativo solidario, hay historias que duelen más allá de la piel. “Estamos hablando de familias que perdieron todo. Y también, lamentablemente, de muertos. La pérdida de una vida no se recupera con nada. Esa angustia te parte”, dijo Oscar con los ojos humedecidos. Hizo una pausa, respiró hondo y remarcó: “Esto que hacemos no borra ese dolor, pero es un abrazo, una caricia en medio de tanta desolación”.
El gremio de Camioneros no es ajeno a estas acciones. Ya lo demostraron en la pandemia, en Bahía Blanca, en cada rincón donde la necesidad se convierte en urgencia. “No lo tomamos como algo extraordinario, es parte de lo que somos. Donde haya una necesidad, ahí tenemos que estar”, concluyó Borda, dejando en claro que la solidaridad no se declama: se construye todos los días, con trabajo, compromiso y humanidad.