El secretario adjunto de Camioneros reafirmó su compromiso inquebrantable con los trabajadores y celebró el liderazgo del club en la Primera C. Fútbol y lucha sindical: dos pasiones que no se eligen, se sienten.
Hay nombres que no necesitan presentación. Pablo Moyano es uno de ellos. Su voz es reconocida en las calles, en las asambleas, en las rutas y, también, en la tribuna. Este fin de semana, tras la victoria de Club Camioneros frente a Victoriano Arenas, volvió a dejarlo en claro: «Sigo en el gremio, como siempre, defendiendo a los trabajadores».
Porque para él no hay fronteras entre la pasión y el deber. No hay distracción cuando se habla de derechos. No hay doble camiseta. Su corazón late con fuerza tanto cuando el equipo sale a la cancha como cuando un compañero necesita respaldo.
Algunos, con desconocimiento o mala intención, quisieron instalar que Pablo se iba a «dedicar solo al fútbol». Pero quienes lo conocen saben que eso es imposible. Para él, el gremio no es una etapa, es su historia, su presente y su compromiso diario. «La lucha no se abandona», dijo. Y esa frase no es un eslogan: es una forma de vida.
El Club Camioneros hoy mira a todos desde arriba en la Zona B de la Primera C. Esa alegría no es casual. Hay trabajo, hay sacrificio, hay una construcción colectiva que costó mucho. “Ya les habían hecho mucho daño a los jugadores, al cuerpo técnico, al equipo en general”, recordó Pablo. Sin embargo, el grupo respondió con lo que mejor sabe hacer: humildad, esfuerzo y unidad.
En la victoria, como en cada reclamo sindical, Moyano no se olvida de su gente. “El fútbol y el gremio son parte de mi vida. Las dos cosas van conmigo”, dijo, con esa mezcla de orgullo y responsabilidad que lo caracteriza.
Porque Camioneros no es solo un gremio. Es una familia. Y como toda familia, se banca unida, en las buenas y en las malas. Con Pablo Moyano, adentro y afuera de la cancha, esa unidad está garantizada.
