Daniel, barrendero de la empresa Ashira Martín y Martín en la Ciudad de Buenos Aires, repasó sus tres décadas de trabajo en la actividad. Con orgullo y emoción, destacó los cambios que vivió el sector, el reconocimiento de los vecinos y la presencia del gremio, que permitió mejoras sustanciales en las condiciones laborales.
Con 30 años en la actividad, Daniel definió su trayectoria con una frase contundente: “Sí, sí, sí, toda una vida”. Recordó que los inicios no fueron fáciles y que las condiciones eran muy distintas a las actuales. “Antes era jodido, antes no… teníamos una muda por mes, ¿no? Y ahora, gracias a Dios, tenemos tres mudas por mes”, relató, subrayando el avance en materia de derechos y dignidad para los trabajadores del sector.
El paso del tiempo también trajo mejoras en la organización de las tareas. El barrendero recordó que en los primeros años los recorridos eran más exigentes y se contaba con menos recursos. Hoy, las condiciones son distintas: “Era un tema jodido, teníamos muchas cuadras. A medida que iban pasando los años se fueron reduciendo las cuadras, también herramientas, carros, todo para bien. Antes era muy jodido, no nos daban, no tenían de menos, digamos”, explicó.
Más allá de las herramientas y la indumentaria, Daniel resaltó la importancia del reconocimiento social hacia el trabajo que realizan día a día. “Sabemos que el trabajo de barrendero es fundamental… tenemos unas buenas relaciones con el contribuyente”, aseguró.
En la base donde desarrolla sus tareas, también valoró la llegada de nuevas generaciones al oficio, lo que fortalece la continuidad de la actividad bajo el paraguas del gremio. “Hay un gran… vienen, o sea que más seguramente son hijos, sobrinos. Así que bien, bien, gracias a Dios”, dijo con satisfacción.
El testimonio de Daniel es un reflejo de lo que significa la lucha gremial y la pertenencia a Camioneros: un camino que transformó la precariedad en dignidad laboral, y que permitió que las calles de la Ciudad de Buenos Aires sigan siendo un espacio de trabajo, esfuerzo y orgullo para quienes las recorren cada día con su escoba y su carro.