“Hace rato teníamos ganas de venir. Nos hablaron maravillas del lugar y la verdad es que superó nuestras expectativas”, cuenta Jorge mientras toma mate en una de las reposeras con vista al parque. “Es un lujo tener un lugar así, pensado para nosotros, para que podamos desconectar y disfrutar como nos merecemos”, agrega Marta con una sonrisa.
El hotel los recibió con todo listo: habitación con vista a las sierras, desayuno completo, pileta climatizada y actividades pensadas para toda la familia. El viernes, luego del viaje, descansaron y caminaron por el centro de La Falda. El sábado aprovecharon para hacer una excursión al cerro La Banderita y por la tarde disfrutaron de la merienda en la confitería del hotel, mientras sonaba folklore en vivo.
“Lo más lindo fue compartir con otros compañeros. Todos tienen historias parecidas, anécdotas de la ruta, y eso te une. Es como una gran familia”, dice Jorge. Marta, por su parte, destaca la atención del personal: “Nos trataron con una calidez increíble. Cada detalle cuidado. Se nota el esfuerzo del gremio para que esto funcione bien”.
La Pascua la vivieron con una misa en la capilla del predio y un almuerzo especial donde no faltó la rosca, el brindis y los abrazos entre compañeros. “Te vas con el corazón lleno”, sintetiza Marta. Y ya planean volver en vacaciones de invierno, esta vez con sus nietos.
Porque para Jorge y Marta, como para tantos afiliados al gremio, estos espacios no son solo un lugar de descanso: son el reconocimiento a una vida de esfuerzo y una demostración de que, cuando hay organización y compromiso, los trabajadores también pueden disfrutar con dignidad y alegría.